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martes, 2 de julio de 2013

Sus ultimos momentos

Los vecinos de Ibiray que estaban acostumbrados a verlo pasar en su morito, dejaron de verlo unos días. Y algunos vieron salir del último rancho de aquel poblado una comitiva de ocho personas que llevaban al caudillo muerto. Detrás de todos, iba llorando un negro viejo, montado en el morito, mientras los pobres vecinos se arrodillaron al paso del cortejo. Transcripción a continuación de fragmentos de una carta escrita por Monseñor Bogarín, obispo de Asunción: "La señorita Asunción García me ha referido años antes de morir, lo siguiente: " Cuando la enfermedad de Artigas se agravó, manifestó deseos de recibir los últimos sacramentos. Entonces, la señora Juana Carrillo, esposa de Carlos López, mandó llamar a un integrante de la familia de la citada Asunción García y le encargó fuera a preparar el altar para administrar al enfermo el Santo Viático. Cumplida la orden el cura párroco de la Recoleta Presbítero D. Cornelio Contreras llevó al Gral. Su Divina Majestad. (La comunión). En los momentos en que el sacerdote iba a administrar el Santo Viático, Artigas quiso levantarse. La encargada del aderezo del altar, le dijo que su estado le permitía recibir la comunión en la cama, a lo que el Gral. respondió: No, quiero levantarme para recibir a su Majestad, la comunión. Y ayudado por los presentes se levantó a recibir la comunión, quedando los muchos circundantes edificados por la piedad de aquel gran hombre, Doña Asunción García cuenta la escena con sencillez, el Gral, luego de recibir el Viático había quedado tendido en su pequeño catre de tijera y lonjas de cuero. En la semi oscuridad se distinguía el crucifijo colgado en la pared sobre la blanca cabeza, tan blanca como los lienzos del altar en el que brillaban los dos cirios inmóviles. Doña Asunción recordaba una bandera que estaba al lado de la cama y que ella decía que era la paraguaya. Era una tricolor. ¿Sería la paraguaya o la otra, la de la franja diagonal? Artigas, que tenía los ojos cerrados, los abrió de pronto desmesuradamente. Causaba espanto, decía doña Asunción, parecía muy grande, se incorporó, miró a su alrededor...¿Y mi caballo?, gritó con voz fuerte e imperiosa. Tráigame mi caballo... Y volvió a acostarse. Sus huesos sin su alma quedaron tendidos a lo largo del catre.

Fuente de informacion: http://www.padrepancho.com/padre-pancho_noticia.php?id_noti=151&noti=Jos%C3%A9%20Artigas,%20sus%20%C3%BAltimos%20momentos

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