Un luchador con todas las letras
Los
Uruguayos han conferido a Artigas la condición de héroe nacional. Sin embargo
aunque se salvó del destino que corrieron otros caudillos, es difícil encontrar
en nuestros historiadores académicos el reconocimiento de las dimensiones del
Protector de los Pueblos Libres, en verdad excepcionales.
Porque fue
el fundador del federalismo rioplatense y pasó con dignidad la prueba del infortunio. Toda su
lucha estuvo enmarcada en el contexto nacional, la actitud de Artigas no fue
nunca separatista, ni aceptó los ofrecimientos que le hicieron para constituir
la banda oriental en una entidad nacional independiente.
Gervasio José Artigas trabajo en tareas campestres, y prestaba
servicios en el cuerpo de blandengues, especie de policía rural, fue
ascendiendo lentamente y a través de varios años llega al grado de capitán
hacia 1810. Hacia
1810 era Artigas un hombre de prestigio. Durante las Invasiones Inglesas había desempeñado un brillante papel. Aunque no tenía una posición
económica desahogada, contaba con un discreto pasar.
Cuando se
produjo en Buenos Aires la deposición del virrey Cisneros y la instalación de la primera junta, los orientales que miraban
con simpatía estas ocurrencias hablaron con Artigas para inducirlo a encabezar
un movimiento en la región sujeta a la jurisdicción de Montevideo. Pero lo
cierto es que a mediados de febrero de 1811 Artigas abandona su regimiento de
blandengues, y viaja hasta llegar a Buenos Aires en los primeros días de marzo.
Allí ofrece sus servicios a las autoridades de la junta y un mes después
reaparece en su patria, ascendido a teniente coronel y dispuesto a cooperar con
las fuerzas que debía moverse en la Banda Oriental contra el poder realista
asentado en Montevideo. Desde ya que en sus nueve años de actuación en el
escenario mayor de esa época, Artigas libró una lucha orientada en dos
direcciones: contra el enemigo externo (llamaran se españoles o portugueses) y
contra el poder centralista de Buenos Aires.
Buenos Aires desde enero de 1813 la Asamblea
General Constituyente, prometida a los pueblos desde 1810, 23 pueblos
orientales eligieron a sus representantes quienes arribaron a Buenos Aires
presentando los documentos que exigían:
- La
declaración de la Independencia absoluta de España.
- La
organización de éstos pueblos en un sistema federativo.
- La
designación de una capital que no fuera Buenos Aires.
- Que
las tropas enviadas a la Banda Oriental tengan carácter de meras
auxiliares de las locales.
- Que
Rondeau continúe al frente de todas las fuerzas patriotas.
- Que
los pueblos de las Misiones, ocupados todavía por los Portugueses sean
considerados sujetos a la jurisdicción de Montevideo.
En junio la Asamblea rechaza las
peticiones de los diputados orientales, lo cual era una nueva bofetada al jefe
de los orientales, agravado por un simulacro de elección de nuevos diputados
que debió realizar Rondeau obedeciendo
órdenes de Buenos Aires, con instrucciones de impedir que ningún artiguista
integrara la representación. Súmese éstos agravios a la represión que el
gobierno de Buenos Aires ordenó en la costa del Río Uruguay contra los
elementos considerados artiguistas, y que se desarrolló durante todo el año 13,
y se comprenderá que la paciencia del caudillo estaba ya agotada.
A cambio de
las concesiones exigidas en la Asamblea Artigas ofrecía la absoluta adhesión de
la provincia oriental a la Confederación que debía organizarse sobre la base de
la independencia y la igualdad recíproca. En Buenos Aires todo esto se oía con
gran escándalo, la sola idea de una federación parecía anárquica. Éstos
desaires y agravios separaban cada vez más a Artigas del gobierno central, sin
que ello expresara una actitud separatista, pero se estaba convirtiendo en el
protagonista provinciano de la o poción contra Buenos Aires. Estos antecedentes
ayudan a comprender el progresivo distanciamiento entre Artigas y Rondeau. En
enero de 1814 el caudillo oriental se aleja del campamento sitiador (solo) y se
dirige a las costas del río Uruguay por donde presume que puede venir el ataque
que Buenos Aires le está preparando desde Entre Ríos. A la noticia de su marcha
sus partidarios abandonan las posiciones y siguen su itinerario: todo el
regimiento de blandengues deserta, además de otras fuerzas. Se han cebado en la
deserción de Artigas frente a los realistas como si fueran el eco del director
Posadas, que al saber su marcha lo declaró infame, traidor y enemigo de la
patria, lo puso fuera de la ley y ofreció $6000 a quién lo entregara vivo o
muerto. Pero Artigas es un desidente, no un traidor. Con sus 3000 hombres
organiza la defensa de la línea del río Uruguay y se dispone a pasar a Entre
Ríos para apoyar desde allí la guerra que sus jefes están llevando contra las
fuerzas porteñas. Su abandono del sitio le birlaría la gloria de entrar
triunfante a Montevideo, que quedó reservada a Alvear.
Los
realistas de Montevideo hacen gestiones para obtener la deserción de Artigas de
la causa patriota, ofreciéndole distinciones en grado de general, pero el
caudillo no se deja tentar. En los primeros meses de 1814 los jefes artiguistas
habían derrotado ya a todas las fuerzas directorales. El Director Posadas se ve obligado a negociar con "el infame traidor a la patria". Cuando en junio de 1814 cae
Montevideo, el último reducto realista del Río de la Plata, su lucha de más de
tres años queda justificada. Artigas ya no creía en la buena fe de los porteños.
Atrás del
último soldado directoral llegan a Montevideo las primeras avanzadas de
Artigas. Casi contemporáneamente a la desocupación de la Banda Oriental por
fuerzas directorales y a la suplantación de Posadas por Alvear el caudillo
recibe a diputados de Córdoba que ofrecen la adhesión de esta provincia; y dos
meses más tarde los santafesinos derrocan al gobernador delegado de Buenos
Aires y conquistan su autonomía con el auxilio de fuerzas artiguistas. Invitado
por el nuevo gobernador, Artigas es recibido triunfalmente en Santa Fe.
Alvear sabía que en la medida en que Artigas siguiera extendiendo su
influencia, el fin de su régimen se aproximaba; envía un ejército a Santa Fe y
las tropas se sublevan en Fontezuelas (abril de 1815). A tres meses de su exaltación debe renunciar. Y
en Buenos Aires el Cabildo designa nuevo director Supremo a Rondeau, prometiendo
convocar a un Congreso General para suavizar la pésima impresión que produjo en
todo el interior esta nueva maniobra moderna para retener el poder. El
sustituto, por ausencia de Rondeau: Álvarez Thomas envió emisarios para llegar a un acuerdo con Artigas, este repitió
sus postulaciones de 1813: La Banda Oriental está dispuesta a formar parte de
las Provincias Unidas del Río de la Plata, con iguales derechos a todas las
otras provincias, y en pleno goce de su libertad y derechos. Pero los
dirigentes porteños repitiendo la actitud de Alvear ofrecen a Artigas reconocer
la independencia de La Banda Oriental; el caudillo rechaza nuevamente esta proposición,
quería un sistema federal pero se sentía parte integrante de la comunidad de
las Provincias Unidas.
Ahora el
Director Supremo de las Provincias Unidas es Juan Martín de Pueyrredón, que presionado
por complacer a Portugal para impedir su alianza con España, y obnubilado por
su odio contra Artigas, entrega la suerte de la Banda Oriental a los
portugueses. Éstos podrán ocupar todo el territorio que existe entre el río
Uruguay y el mar, y se encargarán de liquidar a Artigas. La invasión portuguesa
era formal: no menos de 15000 hombres marcharon sobre la Banda Oriental.
Artigas se prepara para sobrellevar esta ordalía. "El que conspire contra
la patria, sea fusilado inmediatamente" - ordena -. Insta los municipios
de los territorios amigos para que le envíen armas y hombres. Denuncia
públicamente y con justificado énfasis la colusión entre el gobierno porteño y
la corte del Janeiro, disponiendo los movimientos de sus lugartenientes. Desde
mediados de 1816 hasta principios de 1820 durará su resistencia, tan heroica
como desafortunada, en tanto, Pueyrredón y su partido contemplan impasibles la
instalación del enemigo histórico del otro lado del estuario y reprimen
incompasivamente cualquier reproche a esta actitud suicida.
Buscando
ampliar sus bases de apoyo escribe una carta al presidente Monroe y tiene la
satisfacción de saber que el congreso de Washington se elogia y defiende su
actitud de resistencia contra el invasor portugués y su posición republicana. Y
llega a firmar con el jefe de las fuerzas navales británicas y el cónsul de
Gran Bretaña en estas provincias un tratado de comercio. Todo esto mientras
trataba de librar una desigual guerra contra los portuguese, soportar la
indiferencia o la abierta hostilidad del directorio y aún reprimir la
constancia de algunos de sus lugartenientes, que le planteaban la necesidad de
someterse al poder de Buenos Aires para resistir en mejores condiciones.
Consiguió que López y Ramírez lleven una ofensiva contra Buenos Aires y alivien así uno de sus
flancos. Pero la campaña de los entrerrianos ya no podrá mejorar su propia
situación: la empeorará inclusive.
Nada ya
resta por hacer. A los 56 años de edad, el protector de los pueblos libres
decide licenciar a ese fantasma de ejército, 400 harapientos orientales
emperrados en su libertad. Cuando ordena romper filas, nadie se mueve: en
pómulos aindiados corren lágrimas y las bocas de los morenos se tuercen en la
mueca del llanto. En un botecito se dirige a Mandisoví, al noroeste de Entre
Ríos donde está Melchora con sus dos hijos. Durante unos días queda en silencio
gozando de esos hijos que casi no conoce. Pero a fines de febrero, se abre para
él una inesperada perspectiva. "¡Gloria a la patria y honor a los
libres!" Clama el parte que recibe de Ramírez, desde los campos de Cepeda, donde acaba de
caer el régimen dictatorial.
Artigas
puede aprovechar el ofrecimiento de amnistía con que lo benefician las
autoridades portuguesas por esos días, siempre que admita confinarse en Río de
Janeiro, pero el caudillo ni piensa en aceptar la oferta de quienes siguen
ocupando su patria. Tampoco acepta el ofrecimiento del cónsul norteamericano en
Montevideo que pone a su disposición transporte y medios para trasladarse a
Estados Unidos. Prefiere internarse en el Paraguay. Escribe al dictador de
Paraguay, el Doctor Francia, solicitándole
asilo en una nota revestida de grandeza y dignidad. Después hace licenciar a su
guardia personal: que vayan donde quieran: la guerra ya ha terminado. Y el 5 de
septiembre de 1820 cruza Artigas el río Paraná por Candelaria, con un centenar
de fieles. Desnudo de todo bien material y estado de total depocesión, entra el
protector de los pueblos libres en una tranquila agonía que durará 30 años,
cabalmente hasta el 23 de septiembre de 1850. El dictador lo hace internar en
Caraguaytí. Le provee ropa, enseres y provisiones y manda pasarle una
subvención mensual. Aquí permanecerá el caudillo durante 20 años, labrando la
tierra en compañía de Ansina y los dos sargentos que habían venido con él sabio
Aimé Bonpland , que en 1831 fue a saludarlo llevándole un ejemplar de la
constitución creado el año anterior . Contaba que el desterrado besó al
ejemplar con emoción, agradeciendo a Dios haberle dado vida para ver a su
patria independiente.
Fuente de información: http://www.oni.escuelas.edu.ar/olimpi99/guerrasincuartel/artigas.htm
No hay comentarios:
Publicar un comentario