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jueves, 20 de junio de 2013

Artigas un héroe nacional

 Un luchador con todas las letras 

Los Uruguayos han conferido a Artigas la condición de héroe nacional. Sin embargo aunque se salvó del destino que corrieron otros caudillos, es difícil encontrar en nuestros historiadores académicos el reconocimiento de las dimensiones del Protector de los Pueblos Libres, en verdad excepcionales.
Porque fue el fundador del federalismo rioplatense y pasó con dignidad la prueba del infortunio. Toda su lucha estuvo enmarcada en el contexto nacional, la actitud de Artigas no fue nunca separatista, ni aceptó los ofrecimientos que le hicieron para constituir la banda oriental en una entidad nacional independiente.
 Gervasio José Artigas trabajo en tareas campestres, y prestaba servicios en el cuerpo de blandengues, especie de policía rural, fue ascendiendo lentamente y a través de varios años llega al grado de capitán hacia 1810. Hacia 1810 era Artigas un hombre de prestigio. Durante las Invasiones Inglesas había desempeñado un brillante papel. Aunque no tenía una posición económica desahogada, contaba con un discreto pasar.
Cuando se produjo en Buenos Aires la deposición del virrey Cisneros y la instalación de la primera junta, los orientales que miraban con simpatía estas ocurrencias hablaron con Artigas para inducirlo a encabezar un movimiento en la región sujeta a la jurisdicción de Montevideo. Pero lo cierto es que a mediados de febrero de 1811 Artigas abandona su regimiento de blandengues, y viaja hasta llegar a Buenos Aires en los primeros días de marzo. Allí ofrece sus servicios a las autoridades de la junta y un mes después reaparece en su patria, ascendido a teniente coronel y dispuesto a cooperar con las fuerzas que debía moverse en la Banda Oriental contra el poder realista asentado en Montevideo. Desde ya que en sus nueve años de actuación en el escenario mayor de esa época, Artigas libró una lucha orientada en dos direcciones: contra el enemigo externo (llamaran se españoles o portugueses) y contra el poder centralista de Buenos Aires.
Buenos Aires desde enero de 1813 la Asamblea General Constituyente, prometida a los pueblos desde 1810, 23 pueblos orientales eligieron a sus representantes quienes arribaron a Buenos Aires presentando los documentos que exigían:
  • La declaración de la Independencia absoluta de España.
  • La organización de éstos pueblos en un sistema federativo.
  • La designación de una capital que no fuera Buenos Aires.
  • Que las tropas enviadas a la Banda Oriental tengan carácter de meras auxiliares de las locales.
  • Que Rondeau continúe al frente de todas las fuerzas patriotas.
  • Que los pueblos de las Misiones, ocupados todavía por los Portugueses sean considerados sujetos a la jurisdicción de Montevideo.
En junio la Asamblea rechaza las peticiones de los diputados orientales, lo cual era una nueva bofetada al jefe de los orientales, agravado por un simulacro de elección de nuevos diputados que debió realizar Rondeau obedeciendo órdenes de Buenos Aires, con instrucciones de impedir que ningún artiguista integrara la representación. Súmese éstos agravios a la represión que el gobierno de Buenos Aires ordenó en la costa del Río Uruguay contra los elementos considerados artiguistas, y que se desarrolló durante todo el año 13, y se comprenderá que la paciencia del caudillo estaba ya agotada.

A cambio de las concesiones exigidas en la Asamblea Artigas ofrecía la absoluta adhesión de la provincia oriental a la Confederación que debía organizarse sobre la base de la independencia y la igualdad recíproca. En Buenos Aires todo esto se oía con gran escándalo, la sola idea de una federación parecía anárquica. Éstos desaires y agravios separaban cada vez más a Artigas del gobierno central, sin que ello expresara una actitud separatista, pero se estaba convirtiendo en el protagonista provinciano de la o poción contra Buenos Aires. Estos antecedentes ayudan a comprender el progresivo distanciamiento entre Artigas y Rondeau. En enero de 1814 el caudillo oriental se aleja del campamento sitiador (solo) y se dirige a las costas del río Uruguay por donde presume que puede venir el ataque que Buenos Aires le está preparando desde Entre Ríos. A la noticia de su marcha sus partidarios abandonan las posiciones y siguen su itinerario: todo el regimiento de blandengues deserta, además de otras fuerzas. Se han cebado en la deserción de Artigas frente a los realistas como si fueran el eco del director Posadas, que al saber su marcha lo declaró infame, traidor y enemigo de la patria, lo puso fuera de la ley y ofreció $6000 a quién lo entregara vivo o muerto. Pero Artigas es un desidente, no un traidor. Con sus 3000 hombres organiza la defensa de la línea del río Uruguay y se dispone a pasar a Entre Ríos para apoyar desde allí la guerra que sus jefes están llevando contra las fuerzas porteñas. Su abandono del sitio le birlaría la gloria de entrar triunfante a Montevideo, que quedó reservada a Alvear.
Los realistas de Montevideo hacen gestiones para obtener la deserción de Artigas de la causa patriota, ofreciéndole distinciones en grado de general, pero el caudillo no se deja tentar. En los primeros meses de 1814 los jefes artiguistas habían derrotado ya a todas las fuerzas directorales. El Director Posadas se ve obligado a negociar con "el infame traidor a la patria". Cuando en junio de 1814 cae Montevideo, el último reducto realista del Río de la Plata, su lucha de más de tres años queda justificada. Artigas ya no creía en la buena fe de los porteños.
Atrás del último soldado directoral llegan a Montevideo las primeras avanzadas de Artigas. Casi contemporáneamente a la desocupación de la Banda Oriental por fuerzas directorales y a la suplantación de Posadas por Alvear el caudillo recibe a diputados de Córdoba que ofrecen la adhesión de esta provincia; y dos meses más tarde los santafesinos derrocan al gobernador delegado de Buenos Aires y conquistan su autonomía con el auxilio de fuerzas artiguistas. Invitado por el nuevo gobernador, Artigas es recibido triunfalmente en Santa Fe.
Alvear  sabía que en la medida en que Artigas siguiera extendiendo su influencia, el fin de su régimen se aproximaba; envía un ejército a Santa Fe y las tropas se sublevan en Fontezuelas (abril de 1815). A tres meses de su exaltación debe renunciar. Y en Buenos Aires el Cabildo designa nuevo director Supremo a Rondeau, prometiendo convocar a un Congreso General para suavizar la pésima impresión que produjo en todo el interior esta nueva maniobra moderna para retener el poder. El sustituto, por ausencia de Rondeau: Álvarez Thomas envió emisarios para llegar a un acuerdo con Artigas, este repitió sus postulaciones de 1813: La Banda Oriental está dispuesta a formar parte de las Provincias Unidas del Río de la Plata, con iguales derechos a todas las otras provincias, y en pleno goce de su libertad y derechos. Pero los dirigentes porteños repitiendo la actitud de Alvear ofrecen a Artigas reconocer la independencia de La Banda Oriental; el caudillo rechaza nuevamente esta proposición, quería un sistema federal pero se sentía parte integrante de la comunidad de las Provincias Unidas.
Ahora el Director Supremo de las Provincias Unidas es Juan Martín de Pueyrredón, que presionado por complacer a Portugal para impedir su alianza con España, y obnubilado por su odio contra Artigas, entrega la suerte de la Banda Oriental a los portugueses. Éstos podrán ocupar todo el territorio que existe entre el río Uruguay y el mar, y se encargarán de liquidar a Artigas. La invasión portuguesa era formal: no menos de 15000 hombres marcharon sobre la Banda Oriental. Artigas se prepara para sobrellevar esta ordalía. "El que conspire contra la patria, sea fusilado inmediatamente" - ordena -. Insta los municipios de los territorios amigos para que le envíen armas y hombres. Denuncia públicamente y con justificado énfasis la colusión entre el gobierno porteño y la corte del Janeiro, disponiendo los movimientos de sus lugartenientes. Desde mediados de 1816 hasta principios de 1820 durará su resistencia, tan heroica como desafortunada, en tanto, Pueyrredón y su partido contemplan impasibles la instalación del enemigo histórico del otro lado del estuario y reprimen incompasivamente cualquier reproche a esta actitud suicida.
Buscando ampliar sus bases de apoyo escribe una carta al presidente Monroe y tiene la satisfacción de saber que el congreso de Washington se elogia y defiende su actitud de resistencia contra el invasor portugués y su posición republicana. Y llega a firmar con el jefe de las fuerzas navales británicas y el cónsul de Gran Bretaña en estas provincias un tratado de comercio. Todo esto mientras trataba de librar una desigual guerra contra los portuguese, soportar la indiferencia o la abierta hostilidad del directorio y aún reprimir la constancia de algunos de sus lugartenientes, que le planteaban la necesidad de someterse al poder de Buenos Aires para resistir en mejores condiciones. Consiguió que López y Ramírez lleven una ofensiva contra Buenos Aires y alivien así uno de sus flancos. Pero la campaña de los entrerrianos ya no podrá mejorar su propia situación: la empeorará inclusive.
Nada ya resta por hacer. A los 56 años de edad, el protector de los pueblos libres decide licenciar a ese fantasma de ejército, 400 harapientos orientales emperrados en su libertad. Cuando ordena romper filas, nadie se mueve: en pómulos aindiados corren lágrimas y las bocas de los morenos se tuercen en la mueca del llanto. En un botecito se dirige a Mandisoví, al noroeste de Entre Ríos donde está Melchora con sus dos hijos. Durante unos días queda en silencio gozando de esos hijos que casi no conoce. Pero a fines de febrero, se abre para él una inesperada perspectiva. "¡Gloria a la patria y honor a los libres!" Clama el parte que recibe de Ramírez, desde los campos de Cepeda, donde acaba de caer el régimen dictatorial.


Artigas puede aprovechar el ofrecimiento de amnistía con que lo benefician las autoridades portuguesas por esos días, siempre que admita confinarse en Río de Janeiro, pero el caudillo ni piensa en aceptar la oferta de quienes siguen ocupando su patria. Tampoco acepta el ofrecimiento del cónsul norteamericano en Montevideo que pone a su disposición transporte y medios para trasladarse a Estados Unidos. Prefiere internarse en el Paraguay. Escribe al dictador de Paraguay, el Doctor Francia, solicitándole asilo en una nota revestida de grandeza y dignidad. Después hace licenciar a su guardia personal: que vayan donde quieran: la guerra ya ha terminado. Y el 5 de septiembre de 1820 cruza Artigas el río Paraná por Candelaria, con un centenar de fieles. Desnudo de todo bien material y estado de total depocesión, entra el protector de los pueblos libres en una tranquila agonía que durará 30 años, cabalmente hasta el 23 de septiembre de 1850. El dictador lo hace internar en Caraguaytí. Le provee ropa, enseres y provisiones y manda pasarle una subvención mensual. Aquí permanecerá el caudillo durante 20 años, labrando la tierra en compañía de Ansina y los dos sargentos que habían venido con él sabio Aimé Bonpland , que en 1831 fue a saludarlo llevándole un ejemplar de la constitución creado el año anterior . Contaba que el desterrado besó al ejemplar con emoción, agradeciendo a Dios haberle dado vida para ver a su patria independiente.

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